domingo, septiembre 24, 2006

Aviso importante

Aviso importante colgado en un lugar más des_conocido como oficina container, nombre asignado por la ingeniosa perez_osa, aleas la Danipé
"Voy y vuelvo"
¡Ah! Y les cuento a aquellos que me busquen y no me encuentren que me pueden enviar un email a sole.vargas@gmail.com, pues el correo de yahoo. es, pasó a mejor vida, o sea, Q.E.P.D.

Saludosss desde Premià de Mar, Barcelona

Ah! fotos plasmadas por Ariadna

martes, septiembre 19, 2006

La cueca... y otros motes con huesillos





Especial de Fiestas Patrias


La cueca es nuestro baile nacional, dicen por ahí, aunque ya sabemos que la cumbia y el novedoso y movedizo reggaeton las ha superado sobre manera. En fin, de todos modos, este baile –de conquista como me enseñaron cuando pequeña- estará registrada per secula seculorum por los folkloristas como uno de nuestros iconos de la cultura patria. La idea de este post surgió cuando recordé las distintas celebraciones a propósito del 18, y cómo he llevado en la sangre este ritmo desde mi más tierna infancia.

La cueca está en mis genes por herencia materna, lo recibí por la sangre desde mis Tías Carrillo, lo que no heredé de ellas, claro está, fue el garbo y su estatura. Pero ya me estoy yendo por las ramas, mis queridos lectores. Decía que la cueca la bailé desde mis primeros años, era natural que en cualquier fiesta familiar los mayores nos hicieran bailar. Así con improvisadas prendas, con mi hermana solíamos danzar en nuestro patio para el jolgorio de tíos y primos, quienes disfrutaban supuestamente de nuestro buen danzar –a esta altura de la vida, creo que se reían más de nuestras pintas y pasos des_acordes-.

Después cuando entré al colegio, mis profesoras de Educación Física se encargaban de repetirme una y otra vez, que ellas habían aprendido a bailar cueca de la mano de mis Tías Carrillo. Pero no vayan a pensar ustedes, mis queridos lectores, que mis tías eran unas zafarranchas y que enseñaban cueca en alguna Quinta de Recreo de Talca City[1]. No. Por el contrario, bajo el alero de la Iglesia Católica, dirigían un grupo de folklore en la Iglesia “Corazón de María” de la capital maulina. Así fue, como muchas generaciones de talquinos aprendieron a bailar nuestro baile nacional al compás del ritmo y voces de mis tías Carrillo.

Esto para mí, no significó ni un trauma ni una vergüenza, si no que sólo tenía en mi, en esos años, tierno disco duro, la vaga idea que no podía desentonar y dejar mal puesta a la familia materna, cuando osase mover mi esqueleto y piernecillas al oír los compases de unos acordes patrióticos. Esto no pasó a mayores, nunca gané ningún campeonato de cueca, salvo uno de Huarachas, donde la final la disputé contra mi querida syster, hoy más conocida como la Berny. Pero eso es material para otro post, las aventuras bailables de la Sole Vargas, jajaj!!!

A lo que nos convoca; por todo lo anterior es que cuando tuve conciencia –a veces tengo; a veces, la pierdo- de mis dotes naturales, y con el fin de descartar algunos créditos generales, en mi Aula Máter me inscribí en la clásica asignatura general, Danzas Tradicionales. Sí, mis queridos lectores ya existía en las primeras épocas del Paleoceno, jejej. He de decir, que tuve la suerte de tener como maestra a la folklorista y Premio Nacional de Arte, ni más ni menos, que a doña Margot Loyola.

Fue un gran semestre, pues de ella aprendí a bailar las cuecas choras, de esas que no se bailan en los salones elegantes ni en las sencillas salas de alguna parroquia de pueblo de de nuestro largo y angosto Chilito. No señores, sino de aquellas que se tararean y danzan en las Quintas de Recreo. Es cierto, que cuando vi a la Margot Loyola bailar una de esas cuecas choras, junto a su compañero de vida, Osvaldo Cádiz… La verdad es que flippé, y quedé con la boca medio abierta. Ahí comprendí, por qué en la cueca la mujer es la que la lleva y la que debe conquistar a su pareja. Cuando vi como mordía el pañuelo y se lo arrojaba al suelo, yo ya no quería más. Confieso, que desde ese momento en adelante, siempre que interpreto, eso es, i-n-t-e-r-p-r-e-t-a-r y no bailar, una cueca trato de desafiar al varón que tengo en frente, y creo que me ha dado resultado.

Por eso me encanta bailar cueca, pues me siento una mujer que desafía, que conquista y que le hace la collera –como dicen los huasos- al compañero de baile. Desde ese día, cada vez que escucho una cueca los pies me zapatean solos, pues siento sus acordes en mis venas. Así es como he bailado cueca en muchos momentos y contextos, el día de mi matrimonio, por ejemplo, y también, el día que dejé Cataluña.

En esa oportunidad, julio del 2003, en el centro cívico de la ciudad condal, la bailé al compás del “Guatón Loyola…” tarareado por un par de amigos chilenos y aplaudida por la mayoría de amigos catalanes y otros latinoamericanos, bailé sola… Les conté la historia que muchas mujeres en Chile después del 11-S (1973), lo hacían así, por el recuerdo de sus hombres detenidos y desaparecidos… Fue emocionante, pues fue mi homenaje de despedida como mujer chilena…

Por eso, y con esto acabo, cuando el otro día vi por la tele a la presidenta de La República, Michelle Bachelet[2], me sentí muy identificada, y orgullosa de ser mujer y chilena… Por todo lo dicho, y aunque sea un poco tarde ¡FELICES FIESTAS MATRIAS! Especialmente, a aquellos familiares y amigos que están en el extranjero…

[1] No tengo nada en contra de las Quintas de Recreo, lo que pasa es que es difícil incluso imaginar a mis tías en algunos de estos espacios.
[2] Aunque no voté por ella, hoy me siento cada día más identificada con su forma de ser y hacer política. Ver columna, "La mujer in-visible no vota por su madre" en este mismo blog.